ANA MARIA SEGHESSO
A
fines del invierno convocó a Julián Rivau en gran secreto para “advertirlo del
verdadero significado de los sucesos que afligen nuestra comunidad”, como
refería el recado que recibió el abogado en su domicilio.
Julián
se presentó esa noche.
El
aspecto pavoroso del alcalde lo sobrecogió
-
Ninguna novedad en la resolución de los crímenes ni en el Consejo
administrativo de U.V. – señaló.
-
No es para hablar de asuntos legales que lo he llamado – respondió Peterson.
-
Imagino que en la ciudad cada vecino tiene una conjetura de los hechos –
prosiguió con una mueca que quería ser una sonrisa – nadie puede ignorarlo,
aunque los ciudadanos no dispongan de las informaciones específicas que quizás
usted posee…
-
No son muy diferentes de las que publican los diarios y se ven por televisión –
mintió Julián.
El
alcalde dudó unos instantes, luego con voz vacilante murmuró:
-
Creo que el error general haya consistido en haber usado para estos delitos la
técnica usual; las pesquisas han tratado de encontrar un asesino con perfil
tradicional pero están equivocadas aplicadas a estos casos.
-
¿Qué significa? – interrumpió Julián
-
Es un hecho sabido que las víctimas tienen muchos puntos en común, sobretodo en
sus relaciones financieras.
-
Por lo que sabemos es así.
-
Pero la policía no ha encontrado ni siquiera un sospechoso que haya podido
llevar a cabo todos los asesinatos sin dejar nunca una huella, un indicio que
conduzca al culpable… ¡y quizás sea ésta la única pista válida! ¿No lo ha
tenido en cuenta?
Julián
hizo un movimiento brusco y poniéndose en pie se acercó a la ventana
disimulando su estado de ánimo. No tenía ninguna intención de profundizar el
asunto.
-
Creo que es trabajo de la policía no mío.
-
Nos encontramos delante de una situación sin salida, según las apariencias de
la realidad – continuó el alcalde sin escucharlo.
-
De acuerdo – aceptó Julián – y según usted ¿qué otra explicación podría
existir? O dicho de otra manera ¿existe un esquema que alguien está siguiendo con
siniestra solicitud?
-
Todo lo que coliga a las víctimas coexiste por alguna razón o por la misma
razón – explicó
-
¿Y sería?
-
Una especie de gran denominador común, de llave que abre todas las puertas y
resuelve los misterios, no fácil de percibir y menos de aceptar. Este mundo
paralelo interfiere en el nuestro, controlando nuestras reglas, rompiendo los
equilibrios establecidos; no es posible determinarlo, ni dirigirlo, sólo
podemos describir sus efectos.
-
Sí, lo sé – admitió Julián
-
¿Qué es lo que sabe? – preguntó el alcalde cáustico
-
El poder oscuro del ejecutor de los crímenes, quien los realiza no pertenece a
nuestra realidad…
El
alcalde sintió por primera vez en muchos meses un gran alivio: Julián Rivau
percibía los hechos sin aferrarse a inútiles prejuicios.
Julián
no quiso ir más adelante con las revelaciones, consciente de la situación
extrema del alcalde, aunque no pudo evitar una última pregunta antes de
marcharse
-
¿Cómo cree que terminará todo esto?
-
Mal, sobre todo para mí – concluyó, sombrío.
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