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jueves, 17 de julio de 2025

LA HISTORIA Y EL PODER DE LA ESCRITURA


ANA  MARIA. SEGHESSO


















Una leyenda sumeria, “Poema de Enmerkar”, que se remonta al tercer milenio antes de nuestra era, narra las circunstancias en que la escritura fue creada.


Los Sumerios explican la creación de la escritura como un ardid o artificio para comunicar conceptos

difíciles o ambiguos.

Se deduce de la historia, el refinamiento político que alcanzaron los soberanos de la época.


Los reyes de Uruk, potente ciudad de la

Mesopotamia meridional, y de Arata - un estado del actual Irán - famoso por sus riquezas, se encontraban en lucha por la supremacía en la región.


Sin embargo, la mítica contienda no se ajustaba las reglas de la guerra tradicional, sino que se combatía en el plano de la astucia y de la inteligencia.




Hoy día hablaríamos de guerra ideológica.

A lo largo de toda la historia, el rey de Uruk, el legendario Enmerkar, manifiesta su voluntad de triunfar y someter al rey de Arata, Ensuhgirana, apoderándose de sus riquezas y haciendo esclavos a sus habitantes.


En tres ocasiones el rey de Uruk envía un mensajero para exigir la rendición del adversario, sirviéndose de la misma estrategia, el mensajero lleva un objeto

que debe entregar al rey enemigo. El objeto en cuestión es un cetro, que simboliza la autoridad y el poder, tendiendo siempre la misma trampa,

consistente en tratar que su enemigo aferre el objeto que es la señal manifiesta de su derrota. 


El rey de Arata sabe esquivar los desafíos, hasta que Enmerkar envía por cuarta vez su mensajero. 


Esta vez su astucia es mayor porque absolutamente inesperada: inventa, sin la ayuda de ninguna divinidad - el hecho es digno de ser evidenciado- la escritura y su soporte: la tabla de arcilla.







Por medio del nuevo invento se impone un ignoto orden de sumisión.

En esta ocasión el rey de Arata no puede substraerse a la trampa y cae en el engaño. 

Para leer el mensaje escrito en la tabla tiene que tomarla en la mano; el mensaje es el siguiente 


“El clavo ha sido fijado”.


El contenido de la frase es formulado mediante un signo único, pero dotado de dos significados diferentes, se trata de un signo polisémico, como lo es en general todo tipo de escritura.


El mismo poema advierte al lector - en términos propios - que el contenido del mensaje es “profundo”.

La expresión “Fijar un clavo” es un término corriente en la literatura mesopotámica que señala

una práctica jurídica, en uso durante el III y II milenio; dicha usanza era utilizada en ocasión de un contrato de venta o cesión, mediante un precio convenido sea de un terreno, de una casa o de esclavos. 


El significado expresa pues, la conclusión

de una transacción, que se cierra con el gesto de fijar un clavo marcando el territorio; algunas actas notariales del III milenio precisan que se trata de un

cono, en donde el acuerdo fue registrado y que se clava en un soporte.


Pero no es todo, tres fuentes distintas del III milenio agregan una cláusula penal a los términos del contrato, según la cual dicho cono, previamente

hincado en un soporte variable, lo será en la boca o en la nariz de quien impugne (objete) la legitimidad

del acto. 


El castigo a cualquier tipo de objeción era

pues humillante y consistía en una mutilación facial por medio de un clavo.


En el gesto de tomar en las manos el soporte con la fórmula “El clavo ha sido fijado”, el rey de Arata permite que el clavo, símbolo de la apropiación,

fuera clavado en el corazón de su reino, admitiendo de hecho el convenio que precisa la transferencia y que no existe ninguna posibilidad de invalidar sus

efectos; en el caso en que se mostrara obstinado en lo contrario una pena vergonzosa lo amenazaba.




El simple hecho de aferrar la tabla de arcilla que contiene el texto condena al rey, ignorante del invento que tiene entre manos y de sus efectos

nefastos.



La escritura, una invención humana

La escritura para el pueblo Sumerio y en general

para los Mesopotámicos resultaría, de acuerdo con esta narración, una invención humana.

La lengua hablada, por el contrario, es un don otorgado por los dioses, quienes pueden manipularla a su antojo.


Con la invención de la escritura, la esencia de las palabras queda encerrada en los signos que la representan y los hombres pueden visualizarla e

interpretarla, logrando de esta manera al igual que los dioses, manejarla.


Los intelectuales de la Mesopotamia, escribas y sacerdotes, creían en la capacidad creadora de las palabras; la realidad se origina, según ellos, en la

capacidad mágica de las palabras que la nombran: un objeto o un ser adquiere existencia una vez nombrado.


A través de la escritura, donde los signos evocan las cosas, los escribas y sacerdotes tienen el poder de manejar la realidad. Puesto que la escritura tenía la capacidad de disponer el orden de los signos, tenía

también el poder de deshacer el orden de las cosas.






De la escritura deriva pues una Magia, ya que existen dos poderes reconocidos en Mesopotamia, uno el que deriva de los dioses, fundado en la esencia del lenguaje hablado; el otro es el poder humano fundado sobre la escritura y sus infinitas combinaciones.


De este modo los sacerdotes y escribas habían resuelto el espinoso problema de actuar contra el destino, y en definitiva contra los dioses.

Sin embargo, no existe, al inicio de la escritura una correspondencia directa con el lenguaje hablado.






El proceso de fonetismo de los significados visuales apenas delineado por los sumerios, se completará con la creación del alfabeto de fenicios y griegos.




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