ANA
MARIA SEGHESSO
El período de los siglos III y IV del Imperio Romano,
coincide con una crisis económica debida a varios factores, uno de los cuales
fue la invasión por parte de numerosos pueblos del norte, quienes
traspasando las fronteras desafiaron el poderío imperial.
La
rapidez y diversidad con que se sucedían las incursiones de los invasores, que
se dedicaron a la violencia y al pillaje desde la mitad del III siglo, no
daba tiempo a los gobernantes para reflexionar sobre las medidas
administrativas necesarias para afrontar la amenaza.
“No había tiempo suficiente para
intervenir de manera conceptualmente ponderada sobre la estructura
administrativa y militar del Imperio; los llamados “emperadores soldados”
transcurrieron gran parte de su período de gobierno, en marcha, apurándose de
un teatro de guerra al otro”. (2)
Diversamente de los ejércitos de invasión del alto Imperio, las tropas en el siglo III se movían al interno del Imperio, y eran casi todas bajo el comando directo del Emperador.
La estrategia defensiva dinámica era desde un punto de vista
logístico, muy exigente y por lo tanto sumamente dispendiosa.
Aumentaron mucho los gastos del personal puesto
que se crearon nuevos repartos y se incrementaron
repetidamente y de modo contundente las retribuciones a los soldados.
El miliciano regular recibía además compensaciones extraordinarias, cuyo monto resultó superior al pago básico.
Para lograr pagar las expensas, que superaban ampliamente los ingresos, los emperadores del siglo III, retomaron la práctica, ya usada anteriormente, de reducir el peso de las monedas y disminuir el contenido de metales nobles.
Se sirvieron de este medio a tal punto que las monedas de plata en los decenios 270 y 280, contenían solamente del 2% al 5 % de plata.
Finalmente el emperador Lucio Domicio Aureliano (214 o 215, 275), reformó todo el sistema monetario del Imperio, logrando corregir parcialmente la crisis que generó la inflación de la moneda.
La depreciación de la moneda que circulaba en el Imperio
resultó tan pronunciada, que el emperador Aureliano decidió reformar todo el
sistema económico.
La reforma consistió en suspender todos los derechos de
acuñación locales, para evitar desequilibrios entre el valor y el precio del
dinero.
De esta manera el emperador resultó dueño absoluto del
derecho de acuñar, con el monopolio de la totalidad del metal monetario del
Imperio.
AURELIANO
El valor de las monedas devaluadas permitía una oferta de dinero mayor para pagar bienes y servicios que excedían la capacidad de producción.
Sin embargo, el fenómeno del exceso monetario provocó
un desequilibrio que amenazaba todo el sistema.
Las nuevas Cecas[1] creadas por Aureliano emitieron
una moneda de plata un poco mejorada en su valor intrínseco, que llevaba la
indicación “XX I”, que significa “veinte igual a uno”, o
sea que esta nueva moneda poseía el valor de veinte veces respecto a la
anterior, retirada de la circulación.
A esta reforma económica del emperador correspondió en
274-275 d.C., un aumento inaudito de precios, que según fuentes egipcias,
fueron decuplicados.
El gobierno central, entonces, para resolver las necesidades
del ejército, estuvo obligado a comprar con el dinero revaluado, bienes de
consumo más caros.
Además de esta reforma, Aureliano ordenó emitir monedas de
oro puro, que fueron acuñadas en número restringido.
Según el historiador Armin Eich, estas monedas “buenas”,
representaban una seguridad económica en los salarios de los altos funcionarios
y oficiales, instaurando una atmósfera favorable en quienes estaban cerca del
emperador.
Durante la fuerte inflación que azotó el Imperio en el IV
siglo, la moneda de oro se demostró a tal punto estable, que no han llegado en
las crónicas de la época, quejas de las elites contra la autoridad.
“Con este procedimiento reservado al oro, Aureliano fue un
precursor en obtener en tiempos de crisis, que las elites se identificaran con
el Imperio y sus objetivos políticos”.[2]
•••••
El uso de la palabra Inflación cambió con el tiempo, terminando por referirse al aumento de precios en general, considerando de este modo, las consecuencias como causa.
Una de las características de la economía mundial, comenzada
a mediados del siglo XIX ha sido el constante aumento de precios y salarios
provocando la depreciación de las principales monedas en circulación.
El dinero que utilizamos representa un valor que
intrínsecamente no tiene.
La disminución del poder adquisitivo origina el aumento de
precios, provocando exigencias de aumentos de salario, en una interminable
dinámica de inflación.
Economistas modernos han analizado ciclos menores de
fluctuaciones de la actividad económica, que ocurren cada siete a diez años.[3]
[1] Casa de moneda o Ceca.
La palabra ceca
es una voz árabe sikka que significa moneda, troquel o molde.
[2] Armin Eich “L’età dei Cesari –
Le legioni e l’Impero” .
Mondadori
libri, febrero 2016.
[3] Según algunos, se debe al exceso de oferta por
sobreproducción. El aumento de la producción lleva a una situación en la cual
el mercado no puede absorber todo lo producido, que lleva a la caída de
precios.
Otros
economistas se centralizan en la demanda: si el empleo falta, la
demanda decae lo que conduce indefectiblemente a la caída de precios.
Sin embargo,
tanto la oferta como la demanda, están íntimamente ligadas a la circulación y
regulación del dinero, controlados por los gobiernos o por los bancos.
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