Ana María Seghesso
Juan Navarro disponía de tiempo y se encontraba con la mente libre para pensar.
Se sirvió un poco de vino blanco y colocó la sartén con dos huevos en el fuego. Bebió un trago y se sintió mejor.
Pensó que luego de cenar bien y hacerse una ducha le permitiría pasar una buena noche de sueño. Era toda la semana que no dormía, devorado por una indefinible sensación de vacío.
Todo había comenzado unos cuantos años atrás, mientras recorría las callejuelas de una ciudad donde se encontraba en búsqueda de unos manuscritos, cuando una insólita pluma en el escaparate de un negocio de antigüedades, confundida en un cúmulo de baratijas, llamó su atención.
Se detuvo un rato delante de la vidriera, contemplándola, entró luego en la tienda para verla de cerca.
Cuando la tuvo entre las manos supo que se trataba de lo que hacía mucho tiempo buscaba. Negoció al vuelo el precio con el dueño, quien le advirtió que la pluma de ñandú era inseparable de un viejo volumen en cuero de potro, al que estaba sujeta con un grillete de malaquita.
El anticuario envolvió la compra, en un grueso papel azul y con una sonrisa indefinible, desde la puerta del local, lo contempló partir.
La pluma tenía fama de prodigiosa, transformaba en realidad todo lo que con ella se escribía; aparecía y desaparecía de vez en cuando, en modo casual.
Con la pluma se poseía además la llave del espacio y del tiempo. Había sido ideada por una potente Organización Espacial que controlaba numerosas dimensiones del universo, para ser utilizada como instrumento de control y de conquista de nuevos espacios.
La Organización poseía ya el dominio de mundos paralelos aglutinados en una confederación secularizada, con gran libertad de gestión y de criterios, a quienes no obstante la supuesta autonomía, dominaba por astucia, más que por contienda.
Juan Navarro se hizo miembro de una de las corporaciones misionarias y se transformó con el pasar del tiempo en un fanático devoto de sus preceptos, venerados con ostentación, atraído por la ilusión de viajar a otras dimensiones como diplomático de la Organización.
Sentía el peso de su vida monótona; la búsqueda juvenil de poder y riqueza había sido infructuosa. Todos los días y todas las noches eran igualmente tediosos por lo que estaba dispuesto a cualquier tentativo que aportara un cambio a su monótona realidad.
Regresó a casa impaciente por experimentar los efectos de la sorprendente compra.
“siento un estremecimiento cuando veo la llanura inmensa que se extiende delante de mí, a lo lejos una nube de polvo se alza de la tierra hasta nublar el sol, el paisaje se deshace en incontables imágenes de caballos, gritos, lanzas ensangrentadas, rugidos de jaguares, de la tierra proviene una resonancia que rueda y se agita al ritmo de mis pensamientos, una voz grita mi nombre, es un ente formado de una lluvia de granizo; su voz continua a llamarme, a invitarme, lo sigo trastornado, atravesamos grandes espejos negros que son las puertas de la dimensión desconocida, me muestra las posesiones, que podían ser, no, que son efectivamente mías”.
Sentado al escritorio repasó unos documentos que lo informaron de todas las cualidades del libro y de la pluma; constató que proyectos importantes estaban por cumplirse, su imaginación las hacía patentes.
Algo que siempre había esperado se había reforzado hasta llegar al momento exaltante de la revelación.
Un alineamiento estelar benévolo en su carta natal confirmaba el momento oportuno para iniciar el viaje en la dimensión que la Organización le consentía crear a través de la pluma.
Abrió el gran ventanal orientado a Sur y observó el cielo estrellado, Venus estaba por desaparecer en el horizonte occidental en el signo fijo de Escorpio, en conjunción con Júpiter y en unas horas también con la Luna. Se alzaba Tauro en armonía con el Sol en Virgo, la Cola del dragón en el sector de los enemigos ocultos, lo defendía.
Con un mapa y una brújula buscó el espacio y el tiempo apropiados, proyectando una Trama insólita y fantasiosa,
“no debo descuidar el enfoque central, los objetivos del conjunto y las probables líneas de fuga, los límites y consecuencias es mejor no determinarlos, me podrían quitar libertad”.
Empezó a escribir en el viejo libro con la pluma, lentamente al principio, el peso inusitado impedía el movimiento de la mano. La tinta que surgía, de un azul pálido, se fue transformando en azul oscuro.
Confirió a los personajes muchos particulares, - como indicaba el Código para componer la Trama - , sin desatender los posibles cambios y recursos para esquivar imprevistos. La composición se iba fijando en el papel con signos extraños que interpretaba sin esfuerzo.
Dejó para el final su propio personaje en la extraña historia que estaba inventando; luego de muchas dudas terminó por ceder a su índole, planeándolo como había siempre soñado ser, con la inocencia que otorga la vanidad.
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El timbre de la puerta de entrada sonó.
A su alrededor todo le pareció envuelto en una seda oscura, como si el espacio estuviera ocupado por sombras.
- No vi luces, pensé que no estabas - dijo Constancia mientras se quitaba el abrigo y apoyaba su bolso sobre un sillón de la sala, luego dando un vistazo a la mesa de trabajo exclamó
- ¡La pluma! ¿Adónde la encontraste?
Juan la informó del hallazgo, explicando además la importancia del libro señalada por el vendedor. Constancia conocía las posibilidades que prometía la pluma y las deseaba con la misma intensidad que su colega; había también ella estrechado alianza con la Organización Espacial, si bien no había sido todavía inscripta en los registros, una gestión formal que implicaba obligaciones del asociado. Juan la había precedido y el acontecimiento la contrariaba.
¿Qué resultado dieron tus búsquedas? - preguntó, controlando con atención los libros y documentos cifrados que yacían desordenadamente en el inmenso escritorio.
- El momento es favorable para componer la Trama – respondió, no entrando en detalles.
Constancia sabía que la investigación era necesaria para organizar dimensiones desconocidas; la pluma y el libro eran los objetos necesarios para generar a gusto espacios y tiempos indeterminados, Magia mayor, donde se crea un mundo y se lo controla, pensó.
- Busca en la estantería detrás de la escalera, encontrarás el Código que reglamenta la redacción de la Trama, - informó, y se ensimismó en sus manuales esotéricos, consultando las tendencias ocultas de los acontecimientos por venir.
Examinando con atención los datos de las efemérides astrológicas, no tuvo dudas de qué estrategia debía adoptar.
- ¿Has pensado ya en el argumento? - preguntó la mujer mientras leía con atención
- Según el Código es imposible modificar la trama una vez concluido el escrito – prosiguió – es necesario establecer con claridad límites y consecuencias de experiencias posibles, el creador es responsable de lo escrito, la libertad de la trama es ilimitada, pero una vez construida deviene inalterable.
Constancia detuvo su lectura y quedó pensativa - ¿Entonces? – apremió Juan
- Las prerrogativas de creatividad y libertad quedan relegadas sólo a detalles ocasionales – leyó y luego agregó,
- Este Código impone un rigor inflexible, es evidente que será necesario un uso lúcido de la escritura para hacer coherente el contenido - y con tono incierto sugirió
- Quizás la trama debería ser escrita entre los dos.
Juan aceptó y ambos comenzaron a redactar el relato de lo que debía acontecer; era la segunda versión de la Trama, no había encontrado otro recurso para engañar a Constancia.
Cuando finalizaron Navarro sonrió y tomándola de la mano la llevó a su cama. Hicieron el amor sin apuro, y sin emoción, cada uno pensando en su Trama, cumpliendo una rutina trivial y aburrida como el trabajo de funcionarios que los había ligado.
Antes de dormirse se pusieron de acuerdo que a la mañana completarían la obra e iniciarían el viaje.
Juan, con paciencia esperó que la respiración de Constancia se hiciera regular, se vistió en la oscuridad y bajo sigilosamente.
El estudio aparecía inundado por la luz lechosa de la Luna; juntó algunos libros y apuntes que guardó en un zurrón; en conclusión, con la pluma maravillosa escribió las últimas palabras necesarias,
“Así fue resuelto y así está escrito.”
Comenzó entonces la convergencia espacio-temporal.
El suelo del estudio crujió, luego lentamente se abrió un pequeño octágono que paulatinamente se agrandó de manera de permitir el paso de una especie de bajel con apariencia de octaedro, que emergiendo de bajo tierra, abrió uno de sus lados.
Juan se introdujo en el hueco interno, la puerta del vehículo se cerró y desapareció en la vorágine a gran velocidad, iniciando así su viaje.
(Continúa)
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